¿Quién ha soñado o es feliz con los paisajes que los recursos naturales del planeta nos permiten contemplar? Ese momento de complacencia que nos invade cuando llegamos a la cima de una montaña y la vista se abre a un mundo diferente, un paisaje celestial. Al igual aquel momento que visitamos un jardín, el aroma y los colores de las flores que llenan de paz el alma, que se cruzan con recuerdos de los seres queridos.
Tantos regalos que nos encontramos al pasear por un sendero, por un camino ya sea para recordar la niñez o atrevernos a ser feliz y descubrir nuevos mundos. Mundos delicados y majestuosos como lo es la colmena, el encanto de la miel y la feroz labor de las abejas por salvaguardar el mundo como un acto de amor por la vida que se traduce en una danza, un pétalo que navega de flor en flor para posarse en una margarita y luego, sin el mundo ser advertido, tener un nuevo comienzo, un paso siguiente.
Todos podemos ser abejas que con huella delicada nos permitimos estar seguros de hacer lo mejor, de hacer la diferencia. Podemos ser una reina y volver a la montaña y a los jardines para comprender la importancia de las abejas y protegerlas, reconocerlas como fuente de oro natural de los bosques y al final juntos evitar la apocalíptica promesa que nos advierte un mundo sin ellas.
Ref: Abejas